Hace
mucho tiempo, en el reino de Piripitiña
vivían
dos reyes, padres de un niño y una niña
Filipinto
de nombre tenía el rey
Y bajo
su mandato obedecían allí la ley
era
gordo y calvo, y aunque esto no tenga relevancia,
yo así
os lo describo como si fuera de suma importancia
Su
mujer, Laurencia, de la casa se encargaba,
y
cuando la cena lista estaba, a sus hijos así llamaba:
¡Simeón,
María! Ya está la cena.
Venid
rápido, hijos míos, que si se enfría será una pena.
Un día,
María, unas luces divisó.
Curiosa,
la chiquilla, quiso saber de dónde venían
y
dejando a un lado lo que en ese momento hacían,
la
aventura de estos dos hermanos así comenzó.
Aproximáronse
pues los dos niños a la luz
y
descubrieron que el origen de esta no más era
que la
chabola de una antigua bruja hechicera
que
tenía en la cima una gran cruz, hecha de madera
Como si
fuera una bala de cañón
salió
despedida por una de las ventanas
una
botella de cristal enana
que le
hizo un gran chichón a Simeón
-Ay!
Gritó el chico, alarmando así a la bruja
y ésta
salió por la ventana, porque era un poco maruja.
-Pequeñajo,¿estás
bien?,¿acaso te he hecho daño?
-No lo
sé, pero noto que en mi cuerpo hay algo extraño.
Maria,
asustada gritó: ¡Estás desapareciendo!
Y
Simeón, maldiciendo a la bruja dijo: ‘’¿Qué demonios me está haciendo?”
Tranquilo
chaval, que no te estoy haciendo nada
Solo te
vuelves transparente, como agua destilada
-¿Y
hasta cuando estaré así?,¿hasta la primera media luna?
-Créeme
que te lo diría, pero no tengo idea alguna…
Y como
si las cosas no pudieran ir a peor
Un
lejano grito, acompañado de un rico olor:
-¡Simeón,
María! Venid a castillo,
que ya
he preparado a cada uno su bocadillo.
Era la
voz de la reina Laurencia,
conocida
por su belleza
y su
escasa paciencia.
La
bruja, con sentimiento de culpa,
les
quiso pedir perdón
y con
tacto de algodón
esta
fue su disculpa:
-Perdonen,
muchachos,
que con
ustedes así me comporte
pero no
me había percatado
de su
pertenencia a la corte.
Se
metió la bruja en la torre
en
busca de alguna solución
que
pudiera solventar
los
efectos de esta poción.
Mientras
tanto, Simeón,
que no
veía donde pisaba
se
resbaló con un poco de musgo
que por
la lluvia húmedo estaba.
Manchósele
así la funda de su espada
y al
levantarse se podía apreciar
una
invisible entidad embarrada.
Tras
ver esto la bruja pensó
en
cubrir al chico de algo
y tan
satisfecha se quedó
que se
dijo ‘’Porque yo lo valgo’’
Con
prisa llegaron pues
los
hermanos a castillo
y como
si nada pasara entraron
con las
manos en los bolsillos
Con los
brazos cruzados estaban
el
señor rey y su señora
que
habían esperado la llegada de los chicos
por
bastante más de media hora.
Al ver
que Simeón
iba
cubierto de algo blanco
Laurencia,
furiosa le gritó:
¡Hoy te
la arranco!
A por
un paño fue
a la
cocina de cabeza
y le
limpió la carita a su niño
enfadada
pero con delicadeza.
Al ver
esto, María
lo dio
todo por perdido
Si su
madre se enteraba
de lo
que había sucedido
ella ni
se imaginaba
cuán
grande sería el castigo.
Pero
seguro que no tan grande
lo
imaginaba María
Como la
sorpresa que se llevó
tras lo
que sucedió aquel día.
Tras
quitar parte de lo blanco a Simeón
Su
madre pudo ver la cara
de su
hijito el cabezón
y a
pesar de estar bien encasquetada
no le
dio importancia a aquel pequeño chichón
Tras la
cena, los hermanos,
visitaron
a la hechicera
Querían
darle las gracias
y
preguntáronle los polvos que eran
La
bruja, que por cierto,
tenía
el nombre de Cristina
les
dijo que su medicina
No fue
más que harina.
Desde
aquel día, si en Piripitiña, alguien empeora
Se le
da sopita de harina, y normalmente mejora.
Martín Seijo, 1º Bachillerato C