lunes, 18 de abril de 2016

Impresión, sol naciente




El sol, tiñendo el firmamento de escarlata mientras se alza, como cada mañana. Barqueros, solitarios en medio del mar, en calma. La bruma, que impide una visión plena del entorno. Simplemente belleza, eso es lo que consigue plasmar Claude Monet mediante pinceladas libres, aunque firmes al mismo tiempo. Cada pincelada tiene su propósito, cada trazo ha sido concebido con un fin y un significado. La obra, conjunto de todas estas pinceladas, nos cuenta una historia.

La vida es una obra de arte, como un cuadro. En el fondo, estos dos conceptos no distan tanto como una superficial reflexión pueda percibir. Ambos son manifestaciones de una historia que desea ser contada, que desea ser vivida.

A diferencia de lo que sugiere el sentido común, un cuadro no empieza con la primera pincelada, ni mucho menos. Monet no empezó la Impresión con el primer trazo sobre el lienzo. Un cuadro no nace siendo un cuadro, nace siendo una idea. Esa idea, por muy buena que sea, no puede ser una obra de arte, no se puede plasmar en un lienzo, no todavía. La idea debe madurar, enriquecerse y prepararse, en lo semejante a la infancia de una persona.

Luis María Jesús Arriola nació el 30 de diciembre de 1928. Su padre, también Luis Arriola, les crió a él y a sus hermanos en Ondarroa, un pequeño pueblo costero entre Bizkaia y Gipuzkoa. Su padre era el médico del pueblo, rasgo que conscientemente o inconscientemente marcó a su hijo.

Luis pasó las primeras dos décadas de su historia en aquel pueblo, en el que caracterizaría su personalidad. Sus padres, sus profesores, sus amigos, el entorno que lo rodea… Todo influencia a Luis. Al igual que su persona se iba definiendo durante esta etapa, Monet talló su idea en un conjunto coherente de elementos que quería incluir en su historia: el sol, la barca, e incluso el mar. El mismo mar que Luis adoraba, al cual se afianzó de pequeño y no soltó hasta el fin de sus días.

Sin embargo, llega un momento en el que la idea ya ha sido perfeccionada en el que la idea ya está lista. Saber que ese momento ha llegado es una virtud y empezar con la obra es el único camino posible.

Ese día llega en 1946, con la mayoría de edad. Por una parte, el estado le llama, debe instruirse militarmente. Por otro lado, debe expandir su conocimiento, debe estudiar en la universidad. Ambas cosas requieren que Luis salga de Ondarroa, que abandone el puerto. No obstante, ambos caminos le llevan a un mismo destino: Santiago de Compostela. Allí sería donde, cual Monet, daría las primeras pinceladas a su vida. Este viaje es un punto de inflexión, donde su vida pasa de preparación a acción.

Luis compaginaría sus clases en la facultad de medicina con su adiestramiento militar durante su estancia en Santiago. Sin embargo, si se le hubiera preguntado, ni la gratitud de convertirse en doctor ni la satisfacción de surcar los cielos como piloto español serían sus instantes favoritos. Ese tiene nombre y apellido: Minucha Torres, hoy en día conocida como Sra. Arriola.

Minucha es el sol de la Impresión, es una pincelada clave en la vida de Luis. En una callejuela del casco viejo de Santiago pasó de ser desconocida a amante, en los cielos (dentro de un planeador) de amante a prometida, en la iglesia de Ondarroa de prometida a esposa, y desgraciadamente, en la policlínica de Donostia, de esposa a viuda.

Sus caminos se juntaron en Santiago y continuaron hasta Ondarroa. Allí vivirían un par de décadas más, donde él se hizo su hueco como DonLuis, el médico del pueblo.

A estas alturas de su vida, Luis ya ha acabado la primera capa del óleo. Llegado a este punto, continuar pintándola es en vano. Debe dejarla secar y empezar con la segunda capa.

Minucha, Beatriz, Paloma, Luis María y Ricardo. Estas cinco personas componen grandes elementos de su cuadro, su descendencia. A partir de este momento, su vida no se enfoca en sí mismo, gira en torno a ellos. Tal es su devoción que se mudaría a San Sebastián por ellos, aunque DonLuis no abandonase su puesto de trabajo en Ondarroa.

Por otro lado y al igual que Claude Monet cuida de su mar, Luis cuida del suyo. Un solar en un escondido pueblo costero de Galicia sería el cimiento de su futura residencia de verano, frente al mar. Allí invertiría parte de sus ahorros en la “Saeta”, una gamela moteada antecesora de otras cinco embarcaciones marinas de diversa índole.

Desgraciadamente, poco a poco, trazo a trazo, el cuadro va completándose y este reclama su punto final: la firma de Monet. El 17 de mayo de 2001, el cáncer llama a la puerta de DonLuis, pero esta vez el cáncer se suyo. La aparente simplicidad de la enfermedad no es más que un mero engaño. Ya extendido por todo su cuerpo, un cáncer de origen desconocido pone fin a su vida al día siguiente.

No obstante, un cuadro no se acaba con la última pincelada. Y una vida tampoco. Hoy en día, “Impresión, sol naciente” está expuesto en el museo Marmottan Monet de París. A 800 km, Luis María Jesús Arriola descansa en Ondarroa, en el mar, en el único lugar a donde siempre perteneció. Claude Monet no ha retocado su cuadro en los últimos 150 años y la vida de Luis sigue igual que cuando la dejó hace 15.

Sus historias ya han llegado a su fin, sus vidas no. Cualquiera puede ir a verles. Cualquiera puede hablar sobre ellos. No sé si la vida de mi abuelo fue impresionante, pero sé que se merece que le pinten una obra de arte.                                                           
                                                                                                                           Luis Arriola 1ºBach. C