miércoles, 3 de febrero de 2016

¿ALGUNA VEZ ALCANZAREMOS LA CIMA?



Una nueva cumbre en París ha devuelto las esperanzas de un mundo ecológico y limpio. El pasado diciembre, París se visitó de verde para acoger la reunión de todos los mandamases del mundo, comprometidos, entre  otras cosas, a reducir el incremento de temperatura de los actuales dos grados anuales.

Pero la verdadera cuestión es si estos acuerdos se transformarán en cielos más azules y estaciones definidas, en las que, aquí al menos, haga frío en invierno y calor en verano.

En primer lugar, es incomprensible que hayan intentado pactar la llegada a una utopía ecológica en un periodo de tiempo demasiado breve, pues, por ejemplo, uno de sus acuerdos ha sido que los países desarrollados se comprometerán a financiar a los más subdesarrolados, cuando es obvio que aquellos explotan y pagan miserias por la mano de obra de países africanos, asiáticos y suramericanos. ¿No suena un tanto paradójico?

Además, y en la misma línea, otra de las condiciones pactadas ha sido que recompensarán a todos aquellos países que sufran daños (esencialmente económicos) debido a las decisiones tomadas en esta cumbre. Ahora bien, nos  es absolumente indiferente, no solo no recompensar, sino ni siquiera sanar los daños que sufren numerosos países, bien sea por desastres naturales o políticos, ni dar solución a las pésimas condiciones de vida y laborales de numerosos países subdesarrollados. Entiendo que estas medidas no tienen relación directa con el medio ambiente; sin embargo creo que el objetivo de esta cumbre es mejorar el mundo en el que vivimos, y ¿qué sería del mundo  sin las personas que lo componen?  O aún peor: ¿qué sería de un mundo en el que solo se actúa con una aparente caridad para ayudar únicamente a quien nos interesa?

Sin embargo, un verdadero esfuerzo por cumplir las ideas pactadas en esta cumbre es el inicio del cambio que necesita este planeta. Por ejemplo, la creación de inventarios para gestionar el consumo de cada entidad industrial en un país, es una medida inmejorable para controlar su consumo y así frenar cualquier posible exceso desde sus inicios.

Para concluir, considero que la mejor medida de prevención, que debería ser obligatoria, es la concienciación sobre la naturaleza y el medio ambiente en la educación infantil, ya que al observar, conocer y amar la belleza de la tierra se les hará más difícil destruirla.

Porque, entre tantas cumbres, ¿lograremos de algún otro modo llegar a la cima?

Olatz Saenz de Argandoña 2º Bachillerato A


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