miércoles, 3 de febrero de 2016

Colgados




Es inevitable ver cómo paulatinamente, la pirámide generacional de nuestra especie va tomando una forma inversa. Hoy en día, y a causa de la crisis económica, que poco a poco se está transformando en una crisis social, la tasa de natalidad es baja y los avances en ámbitos como la medicina o el ascendente nivel de vida ocasiona que se den menos muertes. De esta manera, el mundo cuenta con un cada vez mayor número de personas mayores. Pero, ¿cómo responde nuestra sociedad ante este “over-booking” de personas longevas?

Desgraciadamente, cada vez son más las noticias que aparecen en los medios de comunicación notificando casos sobre vulneración de los derechos de las personas mayores. Suena irónico, pues durante el transcurso de toda nuestra historia, en todas y en cada una de las abundantes y heterogéneas civilizaciones que han caminado sobre la faz la tierra, se ha tenido un gran respeto a la figura del “mayor”, esa figura sabia, protectora y experimentada que sabía dar respuesta a todos los problemas de la tribu, del feudo o del barrio. No obstante, el incierto e inquietante caminar de nuestra sociedad, que bien puede recordar a los torpes pasos del ebrio que anuncian su inevitable batacazo, hace que estos ancianos se sientan descolocados con tanto cambio, además de solos y poco escuchados entre tanto alboroto.

Por otro lado, y siendo consciente del peligro que supone generalizar, estoy seguro de que cada caso y sus circunstancias son diferentes a otros. Seguramente habrá personas que tengan que ingresar a sus mayores en un asilo, dado que no tienen otra opción, pero sin embargo hay personas por pura vagancia o despreocupación dejan de visitar a los abuelos enfermos o simplemente los aparcan en una residencia de ancianos, ingresándolos en esa especie de “microsociedad” con el aparente objetivo de que no estorben en la nuestra. Es, sin lugar a dudas, demencial y desagradecida la manera en la que estamos tratando a nuestros veteranos, que se han partido la espalda trabajando y luchando por una sociedad más justa para que nosotros, sus hijos y nietos, tengamos una mejor vida. Esto demuestra el total egoísmo en el que nuestra sociedad capitalista nos está educando, que no nos deja ver las necesidades más allá del cuello de nuestra camisa y que se basa en la satisfacción de las necesidades mediante el consumo rápido e inmediato, que nos ciega la vista a largo plazo. Cabe también denunciar, la incompetencia del gobierno actual ante esta situación de marginación de los ancianos, por proporcionar ayudas económicas que rozan lo ridículo y por la carencia de un plan de medidas consistente contra este problema.

Para finalizar, me gustaría añadir, que debemos cambiar nuestra actitud y ser un poco más solidarios y empáticos con nuestros mayores a los que debemos la vida, pues sin su sabiduría, conocimiento y memoria histórica, quizá seamos nosotros los que en un futuro nos quedemos colgados.

                                                                            Jon Salvador 2ºBachillerato E