El pelo, manchado de rojo, se deslizaba suavemente sobre una superficie que antes era blanca, pero ahora ya no, ahora aquella superficie estaba cubierta por una enorme mancha roja.
Y allí estaba Sofía, con las
manos cubiertas de ese mismo líquido rojo.
Estaba dispuesta a darlo todo
para acabar lo que ella quería, no aguantaba más, necesitaba terminar de una
vez.
Minutos después se oyó su último
suspiro: ¡Terminé!
Mientras una vez más, el pelo de
su pincel manchado de rojo, se deslizaba suavemente por un lienzo que antes era
blanco, pero ahora ya no, ahora estaba cubierto de pintura roja. Y es que Sofía
estaba deseando terminar, de una vez por todas, ese cuadro en el cual ahora se
reflejaba la imagen de unos bonitos tomates.
Sara Atristain 1ºbachiller C